Ciencia contra violencia. Segunda parte.

Foto: ProAraucanía
La ciencia explica las conductas violentas y tal como relaté en la primera parte de esta entrega, también ayuda a enfrentarlas y remediarlas hasta cierto punto. Sin embargo, no todas las ciudades pueden o necesitan encarar a la violencia con armas de epidemiólogo pero esto no debe significar que la ciencia no sirva para cambiar el perfil de los barros conflictivos de nuestras actuales urbes.

La divulgación cientifica puede llegar a ser un arma tan poderosa como una de fuego pues en primera instancia logra que sus victimas mejoren su comprensión del mundo y en consecuencia tomen decisiones informadas y en conjunto esa sociedad victimizada por la ciencia se convierta en una más democrática.

Los ciudadanos del mundo podríamos volvernos adictos a la divulgación cientifica pero no todos los gobiernos la perciben como un programa social benéfico para muchos la analogía de la peligrosa y poderosa arma es lo que mejor representa su sentir y pensar sobre el esfuerzo de hacer llegar el conocimiento científico a todos de forma amable y comprensible.

Antes que la preocupación de los gobiernos por divulgar ciencia esta su interés por la investigación y el desarrollo (I+D) y no hay mejor medida de este grado de interés que las cifras presentadas por el Banco Mundial para el periodo 2010 - 2014 (en algunos casos para un periodo anterior pues no hay datos actualizados): por arriba de todos, encabezando la tabla, está Israel con una inversión en I+D equivalente al 3,93% de su Producto Interno Bruto (PIB); cabe destacar que en los últimos años este país ha invertido un poco menos de lo que acostumbra sin embargo, los Israelitas siempre han tenido una fuerte tradición de inversion en ciencia, tecnología e innovación.

Después de Israel llegan a la lista los de siempre: Finlandia (3,55%), Suecia (3,41%), Dinamarca (2,98%), Alemania (2,92%) y Austria y EE.UU. (2,8%). China avanza a pasos rápidos y hoy en día invierte en investigación casi 2% de su PIB. El primer país iberoamericano en emerger en esta lista es España con una inversión del 1,30% (1,24% según los últmos datos de Eurosat) seguido por Brasil con 1,21%; el resto de los países invierten menos del 0.5% con excepción de Argentina que elevó su cifra a 0.65% en los últimos años y Cuba que usa aproimadamente el 0.6% en el desarrollo científico y tecnológico de la isla.

La situación en España y Latinoamérica es grave y también es triste, con los recursos destinados difícilmente subsiten los investigadores y se sostiene la infraestructura que necesitan para hacer su labor. Pedir que además la ciencia llegue a cada rincón del país se convierte más en un apostolado que en un proyecto de desarrollo socio-cultural posible. Acortar la brecha entre ciencia y sociedad parece un mal chiste y vincular el desarrollo de los pueblos al de la tecnología es más un discurso que algo tangible.

Muchos programas de divulgación científica a lo largo y ancho del mundo cuentan historias, por el momento aisladas, de jóvenes que encantados con la aparente magia de un experimento químico o cuyos oídos fueron endulzados con la charlas de un biólogo o que vieron un mundo maravilloso a través del telescopio que el astrónomo llevo a su barrio; deciden tomar el camino de los libros, el conocimiento, la ciencia y no pensar ni por un momento en unirse a una pandilla, entrar en el negocio de las drogas o comprar un arma.

Programas de divulgación científica han tambien demostrado a las madres de familia, a los niños, a los obreros que la ciencia puede estar al alcance de su mano y un libro en sus manos los ha llevado a otro, a otro, de un tema han pasado a otro, se han interesado por otra disciplina más y así poco a poco su visión del mundo cambia y por lo tanto su sentir y su pensar. 

Foto: Banco Mundial
Hay también relatos de campesinos que trabajando de la mano de científicos mejoraron sus sistemas de siembra y cosecha o testimonios de comunidades recónditas que recibieron a ingenieros que les llevaron luz y agua limpia a traves de desarrollos tecnológicos innovadores.

Las historias son aisladas porque los esfuerzos por llevar estas maravillas a los barrios, a las 'favelas', a las comunidades rurales no son suficientes; porque la educación pública está en crisis en muchos países, porque muchos docentes no han sido victimas de un disparo de ciencia que los llene de motivación que puedan transmitir en el aula.

A muchos gobiernos la ciencia no les parece un tema de agenda urgente y para los peores resulta muy conveniente no educar más a la gente. Sin lugar a dudas estos mandatarios tampoco han sido embrujados por un divulgador cientifico porque si esto les hubiera pasado sabrían que de la mano de la ciencia podrían combatir la pobreza, los problemas de salud pública, la educación arcáica y la tan temida y creciente violencia.

Para saber más:

Lee la columna de Manel Steller "Llevemos la ciencia a escuelas y barrios"


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