Fuente: The Rockefeller Foundation |
En 2013 la Fundación Rockefeller inició un reto que se llama "100 ciudades resilientes" cuyo principal objetivo es promover prácticas, políticas y cambios que ayuden a estas urbes a soportar el estrés del siglo XXI.
La 'resilencia' es un término que últimamente está de moda y que lamentablemente, como siempre, ha sido poco explicado al ciudadano común así que comencemos por ahí: la resiliencia es la capacidad de absorber perturbaciones sin alterar la esencia y pudiendo volver tarde que temprano al estado original. Básicamente es esa capacidad de recuperarse de manera rápida y efectiva ante catástrofes, impactos y situaciones de estrés.
El estrés que da origen a la necesidad de volverse resiliente puede tener diversos origenes y ambién diferentes formas de manifestarse: un tsunami, una guerrilla, el desbordamiento de un río, una crisis económica, un crecimiento desmedido de la población.
Pues bien, el reto no es un concurso cualquiera; es en realidad un compromiso de afiliarse a un grupo de ciudades que reciben por parte de la Fundación asesoría técnica y financiera así como acceso a diferentes instrumentos de desarrollo de proyectos y a cambio se pondrán a trabajar para que su ciudad tenga mejor capacidad de adaptarse, soportar y lidiar con el cambio climático, el cambio de modelo económico, el cambio en el tejido social, el cambio de políticas globales, vaya, el cambio de siglo y probablemente de paradigma.
400 ciudades se inscribieron al reto pero sólo 100 serán seleccionadas para participar; por el momento se han dado a conocer los nombres de las primeras 33. En esta lista hay un poco de todo, está por ejemplo, Boulder en Colorado con apenas 100 mil habitantes, pero también está la mega Ciudad de Mexico, la para nosotros misteriosa Ashkelon (o Ascalón) en Israel, la hermosa Roma o la famosa Nueva York.
De las 32 ciudades seleccionadas por el momento, cinco están en Latinoamérica: Medellín, Río de Janeiro, Porto Alegre, Ciudad de México y Quito. Cada una de ellas ha iniciado con sus primeros hitos dentro del reto y ha incluso incluido algunas iniciativas que ya tienen algunos años encaminadas.
Medellín trabaja para disminuir y sobrevivir a las inundaciones y deslizamientos de tierra y para combatir eficazmente la violencia. Río de Janeiro y Porto Alegre se han comprometido a solucionar sus problema de inundaciones y a buscar salidas a la inequidad social. La Ciudad de México ha fincado el compromiso de resolver los problemas de falta de agua, de hundimientos y de violencia. Por su parte, Quito tiene como objetivo atender el generalizado malestar social y los frecuentes incendios provocados; las inundaciones y los deslizamientos están también dentro de sus pendientes.
Como todos los programas innovadores, aún es un misterio si esta iniciativa funcionará o no. El aplauso es meritorio por decidir sumar voluntades, destinar fondos y organizar un poco todo este tema de la resiliencia. La preocupación probablemente debe residir en el hecho de que las ciudades aceptan el reto, y por supuesto el auspicio, pero muy pocas veces incorporan la filosofía del programa a su política de gobierno.
Esta preocupación cobra sentido cuando vemos un Río de Janeiro comprometido a combatir la inequidad social pero paradójicamente protagonizando el escándalo que ha significado la desmedida inversión en infraestructura para el Mundial de Fútbol y la que significará organizar los próximos Juegos Olímpicos mientras que muchos de sus habitantes viven en medio de la pobreza, las cotidianas carencias, la inequidad social y la violencia como el pan de todos los días.
Seguiré de cerca la iniciativa y dedicaré algunos artículos de este espacio a detallar cómo se le ha dado seguimiento en cada una de las ciudades que participan. Sin duda, esta es una carrera de resistencia y como en todas gana el que llegue primero pero también gana mucho el que adquiera el entrenamiento necesario para resistir.
Para seguir de cerca el reto: http://www.100resilientcities.org/
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