Foto: leon |
Muchos aún creen que la riqueza de las naciones depende de aquello que dijera el célebre Adam Smith: la división del trabajo y la libre competencia. Han pasado más de 200 años de la publicación de la obra "La Riqueza de las Naciones" en donde Smith explicaba su teoría detalladamente y al parecer hoy en día esto no es suficiente para que una nación sea rica.
Tampoco es suficiente para que una nación sea sustentable; ahí tenemos el caso de China que se coloca entre las primeras economías del mundo pero está lejos de ser un país donde reine la justicia social, el respeto por el medio ambiente o donde sus habitantes gocen de calidad de vida.
Hace unos días cayó en mis manos el "Atlas de Complejidad Económica" elaborado por la Universidad de Harvard, el cual inicia modificando ligera pero sustancialmente el principio de la riqueza de las naciones dictado por Adam Smith; los investigadores de Harvard consideran que la división del trabajo es los que nos permite tener acceso a una cantidad de conocimiento que no podríamos tener de forma individual.
Suena complejo pero no lo es tanto si lo pensamos de la siguiente forma; la división del trabajo ha generado oficios, profesiones, especialidades; gracias a esto tenemos un profesional que cuida de nuestra salud, otro más que repara nuestro auto, uno que diseña nuestras viviendas y otro más que las construye; sin esa división del trabajo estaríamos en aprietos; sería imposible que cada persona pudiera aprender todo lo que necesita para vivir con los estándares actuales.
Como podrán comenzar a deducir: lo que valora este modelo es, damas y caballeros, la preciada...¡materia gris! Así es, de acuerdo a este enfoque, la clave de una sociedad está no sólo en cuánto posee, cuánto acumula o incluso en cuánto conocimiento suman sus habitantes; la magia llega cuando las sociedades saben tejer redes que permitan intercambiar, combinar, especializar y compartir el conocimiento que no es explícito; es decir aquel conocimiento tácito que es difícil de obtener leyendo un diario, viendo la tele o incluso por ensayo y error.
La complejidad económica refleja esas intrincadas redes que cada país ha construido para generar, mantener y combinar el conocimiento.
Entenderlo es muy fácil si nos preguntamos lo siguiente, por ejemplo: Suiza fabrica el medicamento "xy", si Suiza no lo fabricara ¿dónde se consigue?, ¿quién más lo está haciendo? Si "xy" es una simple aspirina seguro que la respuesta es que 100 países más lo producen, entonces la complejidad económica de Suiza es baja; pero si "xy" es una medicina novedosa para alguna enfermedad autoinmune y nadie más la hace esto lleva al país fabricante a subir varios peldaños en la escalera de la complejidad económica.
Para que un país sea complejo económicamente necesita generar conocimiento (investigación), transmitirlo (educación), aplicarlo (empresas, organizaciones), potenciarlo (gobierno) y diferenciarlo. Hoy es claro, los países no hacen los productos y servicios que necesitan, hacen los que pueden y esto incide fuertemente en su economía reflejándose en un crecimiento o estancamiento del PIB o PBI.
El "Atlas de Complejidad Económica" pone a la cabeza a Japón seguido por Alemania y por Suiza. A la cabeza de Latinoamérica está México (en el lugar 20 del mundo) seguido por Panamá y Costa Rica.
Sin duda un "ranking" muy diferente a los que solemos ver pero también muy alentador pues saber que del conocimiento y de las redes que lo mueven depende el crecimiento de un país nos permite creer que nuestro estudio y trabajo diario un día dará un fruto mucho mayor que el que imaginamos,
Sean ustedes bienvenidos a la era de las redes que mueven oro gris.
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