La industria urbana y el desarrollo sustentable. Primera parte.

"McConnel & Company mills, about 1820" by Scanned by Mr Stephen 

En nuestra imaginación, al escuchar ciudades sustentables, ciudades verdes o eco-ciudades, aparecen los parques, las turbinas eólicas, las bicicletas, los ríos de agua cristalina, los barrios amigables y las azoteas verdes pero nunca de los nuncas aparece una chimenea industrial, una planta armadora de automóviles o una refinería de petróleo.

La ciudad sustentable que imaginamos probablemente sea entonces una utopía o al menos una gema en una mina de carbón pues industria y ciudad suelen ir de la mano. La industria ha dado origen a las ciudades, ha impulsado su crecimiento pero lamentablemente también las ha degradado y las ha colocado en una situación comprometedora en relación con los recursos naturales disponibles.

Las actuales metrópolis consumen tres cuartas partes de la energía mundial y son la fuente de la mayor parte de las emisiones de carbono; todo esto en gran medida a causa de la industria. Las proyecciones de los expertos en la materia indican que la industria continuará siendo un sector importante para la economía de ciudades y que en algunas regiones como en Asia incluso crecerá.

El comienzo de esta relación de amor - odio entre las urbes y las fábricas tiene su origen en la revolución industrial la cual tuvo como una de sus primeras consecuencias un éxodo rural. Con el paso de los años las industrias no sólo fueron un imán de población, también aprendieron a ubicarse cerca de las materias primas y de la fuerza motriz que necesitaban sus máquinas la cual casi siempre venía del agua y así los márgenes de los ríos fueron el lugar favorito para producir y ver crecer a su alrededor una ciudad. Los río alimentaron la sed de las máquinas y recibieron sus desechos: el Támesis en Londres, el Lagan en Belfast, los ríos Medlock e Irwell en Manchester, el Mersey en Liverpool, el Sena en París.

Caricatura publicada en la revista satírica Punch el 21 de julio 1855 sobre la contaminación del río Támesis que ocasionó en el verano de 1858 lo que se conoce como el Gran Hedor en Londres.

Pronto los industriales descubrieron que la materia prima se podía llevar de su lugar de origen a la fábrica así que además del agua lo que necesitaban con urgencia era mano de obra abundante y barata para poder volverse mejores competidores: las ciudades entonces se convirtieron en sus mejores aliadas. El proceso de desarrollo urbano comenzó a acelerarse tal como Engels lo observó desde 1844:
"Mientras más grande es la ciudad, mayores son las ventajas de la aglomeración. Se construyen vías férreas, canales y carreteras; la selección entre obreros experimentados resulta cada vez mayor, debido a la competencia que se hacen entre sí, los constructores de edificios y también los fabricantes de máquinas ... la tendencia centralizadora sigue siendo sumamente fuerte y cada nueva industria creada en el campo lleva en sí el germen de una ciudad industrial" (La condición de la clase obrera en Inglaterra en 1844)
En la nueva ciudad industrializada surgen los barrios obreros de la mano de la insalubridad y con ella la desesperación de los administradores urbanos que comienzan a tomar decisiones apresuradas y que hoy nos parecen sin sentido o peor aún, la causa de nuestros males actuales. Los ríos son desviados para evitar la pestilencia, en algunos casos deciden incluso meterlos en un tubo y en los años 40 comienza la fiebre de la mudanza industrial la cual persiste hasta nuestros días. Las industrias son llevadas a las afueras de la ciudad, algunas situadas en un radio de 30 a 40 km de las urbes y otras solamente movidas a la periferia. Las consecuencias de esto hoy son bien conocidas por nosotros: un alto costo social y un crecimiento obligado y evitable de la mancha urbana dando paso a mega ciudades o zonas metropolitanas muy extensas.

Algunos arquitectos de principios de siglo pasado intentaron proponer soluciones diferentes las cuales en muchos casos fueron tachadas como utopías. Tal es el caso de la "Ciudad industrial" propuesta por Tony Garnier entre 1904 y 1917 que si bien fue adoptada parcialmente en su ciudad natal (Lyon, Francia) y sentó las bases del urbanismo moderno no fue replicada . Esta se definía como un espacio público y organizado suficiente para 35 mil habitantes. Su propuesta tomaba en cuenta una exhaustiva distribución de las áreas de trabajo y viviendas, una separación entre industrias limpias y aquellas con más riesgo y la existencia de verdes que puedan controlar los gases nocivos. Garnier en su modelo daba respuesta a las necesidades de vivienda, de trabajo, de producción de energía, de transporte, de estudios y de ocio, utilizando materiales modernos (hormigón armado, metal, vidrio).Sin lugar a duda sus ideas no contemplaban algunos elementos que hoy sabemos son importantes pero era una propuesta urbanística con más responsabilidad social y ambiental que el camino que muchas ciudades decidieron tomar.

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100 años después de Garnier, en la búsqueda de ciudades sustentables hemos aprendido que la urbes deben ser compactas, deben estar bien conectadas y adecuadamente gestionadas pero todavía nos cuesta trabajo integrar a la industria en este modelo de desarrollo. Todo parece indicar que la eficiencia energética en la industria y los modelos de "ciudad industrial" adecuados son el camino a seguir. Como siempre, puedo decir que las ideas, los modelos y la tecnología existen, pero falta la suma de voluntades: gobierno, empresa, sociedad civil, academia.

Algunas ciudades han encontrado el camino para 'enverdecerse' con todo y su monstruo industrial, de esos casos les contaré en el próximo artículo.


Lee aquí la segunda parte

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