Ojo por ojo y diente por diente

Foto: José Mesa

Maximiliano Benedetti fue condenado en 2005 a 10 años de prisión por secuestro en la provincia de Buenos Aires. Cuatro años después un juez decidió darle libertad condicional, no me queda claro porqué, así que usando y abusando de su libertad cuestionable, este año Maximiliano decidió secuestrar a un empresario y a su hijo de 8 años. 

Axel López es el juez que lo liberó y hace poco también liberó a un asesino, un poco antes a otro y a otro y además se presume responsable de la excarcelación que le dieron en España al autor de la "Masacre de las Flores" de 1994 donde perdieron la vida cinco personas, tres de ellas menores de edad, a causa de un incendio provocado.

¿Quién comete peor delito?, ¿Axel o Maximiliano?, ¿quién juzgará al que juzga?, ¿qué pensarán los familiares de las víctimas, cómo se sentirán?...

En México, la Suprema Corte de Justicia reconoce que 15% de los delincuentes son liberados por falta de pruebas; en Cartagena, Colombia se presume que sólo el 33% de las acusaciones de homicidio reciben condena por parte de un juez; en 2011 el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos en Honduras informó que el 66% de los crímenes quedan en impunidad; estas lamentables estadísticas explican estas otras: en una reciente encuesta en Bolivia 40% de los participantes afirman que prefieren tomar justicia por propia mano, en Guatemala son linchadas 15 personas al mes, en Santa Fe, Argentina en apenas 19 días se produjeron tres revueltas de vecinos enardecidos buscando justicia por mano propia.

La corrupción, la impunidad, el sentimiento de abandono por parte del gobierno ha llevado a ciudadanos de toda Latinoamérica a buscar la justicia por sus propios medios cometiendo en muchas ocasiones homicidios atroces y peor aún, homicidios equívocos, es decir de gente inocente de la cual sólo había 'sospechas'. 


Las estadísticas van en aumento y los barrios de algunas ciudades se vuelven tierra de nadie cuando la gente decide que no va más con el sistema de impartición de justicia que ofrece el gobierno y que es tiempo de hacer valer sus propias leyes. De generalizarse esta práctica, la sociedad se descompondrá terriblemente, nos volveremos ingobernables y la inseguridad aumentará en vez de disminuir.

La desconfianza en el gobierno y la justicia que de su mano se desprende es tal, que no sólo ha dado lugar a linchamientos sino también a un escepticismo generalizado; en Mexico, por ejemplo, 90% de los delitos ni siquiera son denunciados.

Los cuerpos policiales, los juzgados, los ministerios públicos no deben trabajar únicamente para regresar la seguridad a las calles de la ciudad; deben también crear una estrategia que les permita recuperar la confianza de los ciudadanos y para eso habrán de comenzar por limpiar su propia casa para barrer cualquier indicio de corrupción, después tendrán que innovar en la forma de operar para adaptarse a las actuales necesidades de las ciudades azotadas por la violencia en sus diferentes formas y por último deberán encontrar la forma de relacionarse positivamente con la ciudadanía.

La policía, los jueces, el ejército mismo, los funcionarios del sistema judicial no pueden continuar siendo ni la burla, ni el enemigo, ni el estorbo, ni el verdugo de los ciudadanos. Las cárceles o centros penitenciarios no pueden seguir siendo el máximo centro de distribución de droga, el feliz campo de acción de los pandilleros y el sitio que condena al preso a la descomposición total en vez de darle la oportunidad de la rehabilitación.

Los ciudadanos por nuestra parte no podemos ni cobrar venganza, ni tampoco ser pasivos espectadores del colapso judicial en nuestras ciudades; nuestro deber es mantenernos alerta por posibles delitos a través de organizaciones vecinales, debemos continuar exigiendo a los gobiernos que cumplan su deber primero que es garantizar seguridad al pueblo y debemos contribuir educándonos nosotros mismos y a los nuestros respecto a tres cosas que nos viene bien erradicar por completo de nuestras vidas: corrupción, violencia e impaciencia.

Y aunque como víctimas nos cueste decirlo y creerlo lo que necesitamos es justicia verdadera y derecha y no que le saquen un ojo a quien nos sacó uno o que nos entreguen los dientes de quien nos dejó chimuelos.

"Sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres. Así la poesía no habrá cantado en vano" - Pablo Neruda 

Comentarios

  1. El problema es cuando le toca a uno vivirlo en sus carnes. La venganza es un sentimiento demasiado humano, no se erradica así como así. No se si vistes en los informativos esta semana el caso de Las Piedras. Si yo veo a alguien en mi casa revolver en mano, no voy a llamar a la Policia primero, le voy a disparar a matar. Primero está mi familia, luego el rastrillo.

    Peor en España, si eso hubiera pasado alla, el hombre se come 25 años por homicidio. El juez seguro diría que el ladrón no tenía intenciones de disparar el arma y que lo mataste a sangre fria

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    1. Por supuesto que es una reacción humana común y presente a lo largo de toda la historia de la humanidad; lo que se debe hacer es prevenir estas venganzas evitando las provocaciones; es decir nunca tendría uno que encontrarse a alguien armado en tu casa . Por otro lado hay que distinguir (como se supone lo hace la ley) lo que es "defensa propia" de venganza; si disparas a alguien que entró a tu casa armado es en defensa propia pero si junto con un grupo de vecinos buscas tiempo después al que robó en el barrio para lincharlo, eso es otra cosa.

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