Por la libre

De la conectividad de una ciudad depende su crecimiento (o decrecimiento) económico, la afluencia (o ausencia) de turistas y el intercambio (o aislamiento) de bienes, servicios y recursos con el resto de la región, el país e incluso otros países.

La conectividad terrestre hoy preocupa poco a las ciudades mexicanas pues se considera que está resuelta gracias a la llamada “eficiente red carretera” de nuestro país. La realidad es otra, desplazarse de una ciudad a otra efectivamente toma poco tiempo pero el costo de este traslado llega incluso a ser insultante. Recorrer un kilómetro utilizando una autopista de cuota cuesta hasta $1.90 (aproximadamente 15 centavos de dólar); ir de la Ciudad de México a Cuernavaca, por ejemplo, usando la autopista de 91 kilómetros cuesta $86 en auto particular y $81 en autobús.





El costo que pagamos en las casetas de peaje o en la taquilla de venta de boletos de autobús es ese pero hay otro costo un poco más escondido que los mexicanos llevamos años pagando. He aquí la historia de las carreteras de cuota en México.

Cuando Carlos Salinas de Gortari quiso lanzar al país al estrellato se concesionaron cerca de 5 mil kilómetros de carretera en menos de cinco años. El esquema de concesión no sonaba tan mal: plazos de 20 años, el gobierno fijaba el peaje máximo, los aumentos podían darse una sola vez al año y sólo con la finalidad de mantener la viabilidad financiera del proyecto. Un pequeño detalle se escapó: el gobierno se comprometió a garantizar un flujo vehicular el cual nunca se consiguió lo cual no fue ninguna sorpresa, de antemano se sabía que el cálculo había sido totalmente empírico.  Las empresas operadoras aseguraron que no podían más y en 1997 el entonces Presidente Ernesto Zedillo decidió entrar al rescate.

El 27 de agosto de 1997 el Gobierno toma 23 de las 52 carreteras concesionadas con todo y su modesta deuda de 58 mil millones de dólares de los cuales 21 mil se usaron para indemnizar a los concesionarios. Para operar las carreteras adquiridas el Gobierno Federal crea CAPUFE y el Fondo de Apoyo al Rescate Carretero (FARAC) dejando más de 4 mil kilómetros a este último.

No habían pasado muchos años del famoso rescate cuando el Gobierno se dio cuenta de que necesitaban mucho dinero para modernizar, mantener y ampliar la red carretera así que se tomó la decisión de regresar al esquema de concesión ahora a consorcios en vez de a empresas, ahora a 30 años y ahora sí sin garantías de aforo.

El objetivo de ampliar la red carretera se ha cumplido e incluso excedido y ¿cómo no? si los consorcios que participan en el negocio se han dado cuenta del jugoso y laxo negocio que resulta tener en las manos una carretera de cuota mexicana.

Según un informe interno de la Comisión de Comunicaciones y Transportes de la Cámara de Senadores publicado en diciembre de 2009, viajar por las carreteras de México resulta hasta tres veces más caro que hacerlo en autopistas de Estados Unidos, Francia, España o Australia. Los concesionarios, detalla el documento, cobran el doble de las tarifas que la ley establece, lo que les permite obtener ganancias superiores a 15 mil millones de pesos. Como conclusión de este informe, el Senado pidió a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) la reducción de tarifas, un informe anticipado del comportamiento tarifario para 2010 y la aplicación de un 50% de descuento para los usuarios de tramos carreteros en reparación. Nada de esto ha sido concedido.

El crecimiento de la red carretera no fue gratuito, el monto del rescate de originalmente 58 mil millones ascendió a  178 mil millones de pesos en 2006. Cantidad que el Gobierno tuvo que pagar para liberar a las carreteras mexicanas de lo que podríamos llamar un auto-secuestro no negociable.

Hoy los mexicanos tenemos autopistas de cuota vacías y carreteras libres y antiguas congestionadas; hoy cada mexicano a través de sus impuestos ha pagado cerca de $1800 pesos por rescatar autopistas que a lo mejor nunca utilizará pues no alcanza a pagar el peaje. Para la mayoría de los mexicanos la conectividad terrestre de nuestras ciudades está condenada a seguir siendo por la libre. 

Comentarios

  1. Es cierto Sopa, las carreteras son carísimas y además, lo que es el colmo, están en muy mal estado. Es común que después de que te asaltaron en la caseta con sus costos que cada día suben, te encuentres con un montón de baches. Eso sí, para que no te duela tanto pagar te anuncian que hay servicios de grúa y ambulancia y auxilio en general. En la carretera San Cristóbal-Tuxtla(unos cuantos kilómetros por 40 pesos)que es la que uso con frecuencia, se ha muerto gente porque nunca llega la ambulancia. De verdad parece que por la libre acabará siendo nuestra única opción.

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  2. como dicen que dicen, Si toam no maneje, yo por eso no manejo

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